Profesor Joaquín Fermandois fue distinguido como profesor Emérito en la ceremonia de los 134 años de nuestra Universidad

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Con gran convocatoria y alegría por volver a celebrar de manera presencial, nuestra casa de estudios conmemoró en el Salón Juan Francisco Fresno, su aniversario número 134. En la ceremonia se hizo entrega de la distinción a las y los académicos que alcanzaron la categoría de “Profesor Emérito”. 

La celebración de los 134 años se realizó, como es tradición, el Día del Sagrado Corazón, patrono de la casa de estudios. En preparación para este día, la Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana de la UC realizó charlas explicando de qué se trata la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, además desarrolló una novena que se rezó durante nueve días y una jornada de adoración en el templo del Campus San Joaquín.

Luego de la misa, que fue celebrada por el Gran Canciller, Cardenal Celestino Aós, arzobispo de Santiago, y otros sacerdotes, comenzó la ceremonia académica, en la cual el rector Ignacio Sánchez entregó la cuenta pública anual. La inició dedicando un homenaje a las cerca de sesenta mil personas que han fallecido en esta grave pandemia en Chile, y a los centenares de miles que han tenido la enfermedad. También agradeció la dedicación de cada integrante de la comunidad universitaria al trabajo durante este tiempo difícil.

Posterior a la cuenta del rector, se dio inicio a la entrega de premios y reconocimientos a los académicos de nuestra Universidad, entre ellos el grado académico honorífico de profesor emérito, el que recayó en nuestro profesor del Instituto de Historia Joaquín Fermandois, junto a los académicos Silvia Pellegrini y Arturo Irarrázaval, pertenecientes a la Facultad de Comunicaciones y Facultad de Derecho, respectivamente.

Esta distinción es otorgada a los académicos que se hayan destacado en su labor docente o de investigación durante un período no inferior a 20 años.

El profesor Fermandois señaló al recibir el reconocimiento: “(Esta distinción) es una meta que funde gran parte de mi vida con una institución con sentido (…) Vinculado como docente a esta casa de estudios -mi alma máter era la Universidad Católica de Valparaíso-, desde marzo de 1971, he sido parte por 50 años de su desenvolvimiento universitario e institucional, habiendo recibido los coletazos de la crisis nacional. Sin embargo, desde los 1980 en adelante, como en muchos aspectos del país, observé una creciente profesionalización universitaria en sus tres caras: docencia, investigación y extensión. Se fortaleció el perfil nacional y público de nuestra casa, como era el objetivo de los fundadores en el XIX. Hubo un trabajo metódico, no sin contradicciones y contrariedades y algunas pérdidas, como que a veces la vida académica se parece más a una fábrica que a una conversación académica, fatalidad de los tiempos. Con todo, el derrotero por ahora ha conducido a buen puerto, si bien los desafíos continúan más por las contingencias nacionales que por la vida de la institución misma. Presencié también un salto formidable y temible, de ser la custodia de una herencia secular de los valores espirituales, a una adaptación traumática, ya en desarrollo cuando arribé ese día de marzo. Será arduo hallar el nuevo equilibrio. Sin ese punto de fuga, aunque ya no único norte, la casa adolecerá en su alma y sentido de supervivencia”.